Arxiu de abril 5th, 2011

DANIEL LEVEILLÉ DANSE

Amour, acide et noix

Amour, acide et noix, mercat de les flors

ABR DJ 07 21H

          DV 08 21H

La peça Amour, acide et noix parla del pes de la soledat i de l’irresistible desig per l’altre. Quatre ballarins despullats exposen una puresa rotunda, absoluta. La pell constitueix el veritable vestuari de l’obra, darrera d’ella es troben els músculs, l’aigua, la respiració, els desitjos i les pors. De fet, la nuesa manifestada oculta una fragilitat i una infinita tendresa, incidint en la duresa de la vida.
Des de la seva creació el 2001 Amour, acide et noix ha realitzat nombroses gires per tot el món. Es va poder veure a Europa a la Biennal de Venècia d’enguany i el públic, profundament commogut per la seva duresa i honestedat, es va entregar absolutament. L’obra té el premi Dora Mavor Moore de 2004 i el Premi del Públic de Zagreb del 2005.

Daniel Léveillé és un conegut coreògraf que ocupa una posició singular en la dansa canadenca. Durant els darrers 25 anys ha creat una vintena d’obres que han estat interpretades per ballarins extraordinaris i ha contribuït  així a l’evolució de la dansa. El 1982 el Consell de les Arts del Canadà li va concedir el Premi Jacqueline-Lemieux com a reconeixement per la qualitat del seu enfocament artístic. L’any 1991 va fundar Daniel Léveillé Danse.
Entre les seves nombroses creacions coreogràfiques destaquen Le Sacre du printemps (1982), Les Traces no I, II, III, IV, V, VI (1989), L’Exil ou la Mort (1991), Jules et Juliette (1994), Utopie (1998), La pudeur des icebergs (2004) i Crépuscule des océans (2007). 

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Per traslladar-nos als orígens de Sitges només cal passejar-se pel nucli antic, declarat conjunt històric artístic l’any 1972. És justament en aquesta zona on es localitza l’anomenat poblat ibèric del Puig de Sitges, del qual conservem sitges excavades a la roca. L’ocupació romana també deixarà els seus testimonis així com els repobladors medievals, que van ocupar de nou aquell lloc al segle X.

Passejant per l’antic barri de pescadors descobrirem restes de l’antiga muralla, restes del castell repartides per diferents edificis de la vila i edificis i monuments emblemàtics a través dels quals podrem explicar la història de la vila de Sitges – Casa de la Vila, Mercat Vell, Biblioteca, Monument al Dr. Robert, Església Parroquial, casa Vidal i Quadras, Museu Cau Ferrat i Conjunt de Maricel -. 

Aquest intinerari inclou la visita al Museu Maricel, antic Hospital de Sant Joan Baptista de Sitges, i posterior residència del col·lecionista nord-americà Charles Deering. El Museu acull actualment la col·lecció del Dr. Jesús Pérez Rosales, així com la Pinacoteca Municipal i la col·lecció marinera d’Emerencià Roig.

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-Hola, soy Antoni. ¿Has encontrado fácilmente mi casa?

-Sí, sin problemas.

-Menos mal que eres más joven que yo…

-¿Por qué?

-No se, las personas mayores están llenas de prejuicios. Me daba algo de miedo.

Con algo más de 40 años, Antoni (nombre ficticio) vive de nuevo con sus padres. Hay trazos en su rostro que advierten un atravesado paso del tiempo. No es una más de esas personas que por agobios económicos se haya visto obligada a renunciar a su independencia. Lleva cinco meses en el Club Social Sarrià – Sant Gervasi perteneciente a la Fundación Privada Centre D’Higiene Mental Les Corts de Barcerlona, desde que hace ocho años sufriera un brote psicótico que lo sacase de su vida normal.

En la salida de hoy no irá solo, le acompañarán cuatro compañeros del club, Mónica, su tutora, y Áurea, psicóloga del centro. Van a escuchar “La heroica de Beethoven” en el Auditori de Barcelona que junto con el Teatre Nacional de Catalunya, el Teatre Lliure, El Mercat de les Flors, el Atrium de Viladecans, el Teatre de Salt, el Teatre Municipal, el Centre Cultural la Mercé y la Sala La Planeta (primer centro privado), participa en la iniciativa Apropa Cultura que busca acercar la música y el teatro a colectivos con riesgo de exclusión social. “Nació en 2006 de la unión entre la demanda de este grupo y la del propio sector del espectáculo. Había interés pero faltaban herramientas, nosotros se las hemos facilitado. Ya son más de 25.000 personas las que han pasado por aquí”, asegura Sonia Gainza, directora de la iniciativa en el Auditori.

Tras bajarse de la estación de metro de Marina anuncia con pleno convencimiento: “Somos súper puntuales. Quedamos con un margen de tiempo antes de que empiece la obra y si alguien falla…”, sonríe con gesto pícaro. Es cierto que son casi puntuales, una compañera rompe la estadística. Queda poco para que comience el concierto y hay camino por delante. ¡A correr!

“Recuperar el vínculo social es fundamental. Cuando alguien con sus características sale al medio exterior se siente amenazado. Con estos planes vuelven a las sensaciones que tenían antes de enfermar”, recalca Áurea Lázaro, psicóloga del centro en el que está inscrito Antoni. “Ya sólo el hecho de tener una obligación les supone un paso adelante. Saben que si llegan tarde no les dejarán entrar y esto supone una preparación y organización del tiempo”, añade.

Las puertas del Auditori siguen abiertas, ¡por los pelos! Se nota que no es la primera vez que Antoni se sienta en una butaca del Auditori. Su gesto relajado transmite seguridad, dominio de un pequeño universo en el que se mueve como uno más. Localizar la fila 16 no supone un problema para él. Hojea el programa de mano con aplomo, atento a los detalles de los músicos. Ha conseguido su sitio por tan solo tres euros, precio establecido para colectivos como el suyo. No ha sido fácil, la demanda de entradas crece cada año. “La gente no veas como se apunta para estas salidas, menos mal que me ha tocado en el sorteo”, se jacta mirando de reojo a sus compañeros, perdidos entre las líneas del programa.

Con el comienzo del concierto Antoni se aisla del entorno que le rodea. Suena el scherzo de la suite sinfónica “La filla del marxant” del compositor catalán Eduard Toldrà dirigida por Antoni Ros Marbà. “Ya sabes, siempre hay que meter algo de la tierra, para cubrir el expediente”, susurra con retranca. Serguéi Prokófiev es el siguiente autor en el programa, no muy del gusto de Antoni. “Hay que tener el oído entrenado para escuchar a este autor, tiene composiciones muy duras”. Tras el final del primer movimiento se cuelan algunos aplausos despistados. “Ves, los puristas les mandan callar. Sólo se aplaude al final del acto. Sienten lo mismo que los seguidores de los “Rolling Stones” cuando alguien llama al grupo los “Rolling”. Es un mundo aparte el de la música clásica”, comenta con pose intelectual.

Antoni entiende de lo que habla. Cuando era más joven fue un habitual de los teatros. Desde que se manifestó su enfermedad está intentando arrancar de nuevo. Su psiquiatra le recomendó inscribirse en el club y se le ve muy integrado.

Con el final del apartado del compositor ruso llega una valoración sin miramientos. “Esta obra no me ha provocado ningún sentimiento. No hay melodía, hay altos y bajos y nada más. No están entrelazados por ningún hilo, con Beethoven esto no pasa, es todo pasión”, sentencia con estampa seria. Palo directo para el compositor, aun así hay quien opina diferente: “Parece que el piano estuviera manteniendo un diálogo, es increíble”, comenta con una enorme sonrisa una de sus compañeras. A pesar de disfrutar como un niño con la música clásica, no parece envidiar a sus protagonistas. “La verdad es que esta gente vive muy bien aunque yo no me cambiaría por ninguno de ellos, es una vida muy sacrificada”, llega a decir sin complejos.

Antes de que de comienzo la Heroica, una pequeña batallita. Cruza los brazos y suelta: “¿sabías que en un principio no iba a llamarse así? Beethoven la compuso para Napoleón, pero cuando este se coronó emperador a sí mismo, no le gustó y cambió de opinión”. Ninguno de los compañeros de Antoni pierde detalle de cada nota, cada movimiento de los violines. Todos padecen alguna patología mental pero en estos momentos ninguna tiene la palabra, nada altera el sonido.

Cuando termina el concierto, de pie, todos aplauden efusivamente. El comentario es unánime: “Ha estado muy bien, muy, muy bien”. Antoni respira emocionado por el final de la obra, sumergido entre las filas se siente bien, recuerda sensaciones que lo liberan.

De vuelta a casa en el metro hay más cosas que llaman la atención de Antoni. “Es increíble lo que está pasando en Libia. Son personas cansadas que conocen como se vive en occidente y quieren vivir como nosotros, normal”. No es un tema que desconozca. Durante la semana la actualidad informativa se repasa en el club. “Es una manera de que se suelten, se involucren en el mundo que les rodea”, sostiene Áurea. La cercanía con la que Antoni transmite sus opiniones es más que llamativa. Puede que sea una de las consecuencias que conlleva sufrir psicosis paranoide, el mundo crece sobre ti. “Sientes una angustia que no te deja avanzar, crees que todo el mundo te mira, que observan tus movimientos”, se sincera Antoni.

El brote que dio lugar a la explosión en su mente se produjo en gran parte por el consumo habitual de drogas. Tras el tratamiento apenas tiene tiempo para recordar todo aquello. “El lunes me voy a la huerta, es parte del prelaboral -instrumento para adaptar al enfermo a una dinámica de trabajo-, ¡estoy activo que te piensas!”, espeta. Su más de metro ochenta se despide con un abrazo de vuelta a su vida cotidiana. Él la contempla igual, pero con una mirada diferente.



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